Esta expresión (o similar) que hemos oído numerosas veces, tiene como base el concepto social muy arraigado en la sociedad de trasfondo católico que considera que pecados son solamente aquellos considerados grandes por el ser humano como robar, matar o alguna palabra o acción considerada grave. Pero en Mateo 5:28 leemos:
«Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» donde Jesús iguala codiciar y adulterar.
En todo caso, Romanos 3:23 dice:
«Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». Una mirada codiciosa equivale al adulterio.