El Espíritu Santo actualiza y aplica la elección de Dios y el sacrificio de Cristo. La obra del Espíritu Santo comienza en la inspiración de la palabra que llega a la vida del pecador (2ª Pedro 1:19-21):
«Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo».
La Biblia es la palabra de Dios, escrita por hombres que lo hicieron inspirados por el Espíritu Santo, por eso tiene el poder de transformar, de quebrantar los corazones más duros (Jeremías 23:29):
«¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?».
La palabra es Inspirada por Dios y por eso produce fe para poder creer en la obra redentora de Cristo Jesús (Romanos 10:17):
«Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios».
El Espíritu Santo ilumina por medio de la palabra de Dios la mente y el corazón de los incrédulos pues el hombre sin Cristo no piensa en su alma ni en su destino eterno (Lucas 12:16-20):
«También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?».
Por medio de la palabra de Dios el Espíritu Santo convence al hombre de su pecado y de la consecuencia de ese pecado para su vida (Juan 16:7-11):
«Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
De pecado, por cuanto no creen en mí;
de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado».
El hombre es iluminado por medio de la palabra de Dios y puede ver su condición de pecador, comprender que sólo hay esperanza por medio de Jesucristo y cuál es la consecuencia de ese pecado si rechaza la gracia de Dios.
El hombre es confrontado por medio de la palabra sobre el destino eterno de su alma y esto produce en su corazón la convicción de pecado y de juicio.
La obra del Espíritu Santo se manifiesta en reconocer y aceptar su culpa (Salmos 51:4)
«Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio»,
en la tristeza que es según Dios la cual produce verdadero arrepentimiento (2ª Corintios 7:10),
«Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte».
en dejar de tratar de justificar su pecado o su estilo de vida (Lucas 18:13),
«Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador».
en guiarnos a la verdad de Dios para salvación (Juan 16:13).
«Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir».
La obra del Espíritu Santo es iluminar el corazón del hombre con la verdad de la Palabra, pero cada uno tiene que tomar la decisión personal de aceptar el llamado del Espíritu Santo para venir a la luz del Señor o seguir en las tinieblas de pecado y condenación (Juan 3:19).
«Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas».