Nacer de nuevo es un término que utiliza el Señor Jesucristo para referirse al momento de la transformación espiritual que sucede cuando la persona reconoce la necesidad que tiene de depender solamente del Señor Jesucristo para llegar al Padre.
Significa nacer de arriba (cielo), es decir, espiritualmente. Es la obra que hace Dios en nuestro corazón pecaminoso. Dios hace un cambio absoluto y radical en nuestro interior que se va manifestando a lo largo de la vida.
El nuevo nacimiento es la condición espiritual necesaria para ir al cielo.
Según leemos en el interesante capítulo 3 del Evangelio de Juan, el Señor Jesús mantiene una conversación una noche con Nicodemo un hombre religioso, principal entre los judíos, quien veía a Jesús como maestro y hacedor de señales.
Aquella noche Nicodemo inicia la conversación tratando a Jesús como maestro, y Jesús le contesta:
«De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3).
Un poco más adelante el Señor Jesús recalca:
«Os es necesario nacer de nuevo» (Juan 3:7).
Obviamente, no hay posible entrada en el reino eterno de Dios sino es a través del nuevo nacimiento. Notemos que el Señor Jesucristo lo dice en plural porque esa exhortación es para todos y no solamente para Nicodemo.
El nacer de nuevo no tiene nada que ver con reencarnación ni con nada físico como ingenuamente creía Nicodemo al preguntar:
«¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3:4).
Es necesario leer y releer el capítulo 3 versículos 1 al 15 y el maravilloso colofón del versículo 16:
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».
La transformación que sucede cuando un pecador se arrepiente es cuando es hecho una nueva creación, sin obras o esfuerzos propios, por el Espíritu Santo.
¿QUÉ PASA DESPUÉS DE NACER DE NUEVO?
A raíz de esto, se inicia una nueva vida donde poco a poco aprendemos a ceder el control de nuestro ser al Espíritu Santo quien nos va transformando para ser más como Cristo y nos va guiando en las palabras, hechos y decisiones de la vida.
Como fruto de este cambio radical, el corazón va aprendiendo a desear las cosas eternas más que las cosas terrenales y tenemos un anhelo de servir a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros:
«No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42).
Esta nueva visión de la vida no es la causa del nacimiento nuevo, sino la evidencia.