Un simple pero muy serio acto de desobediencia sumergió a toda la raza humana en una profunda y oscura situación, apartándole y alejándole de la presencia de Dios. De ahí, inicia el proceso de deterioro, que es las dolencias, las enfermedades y la vejez.
Dios diseñó y creó personalmente cada detalle del cuerpo de Adán y Eva. Entonces Dios contempló toda Su creación y vio que todo era bueno (Génesis 1:31).
En su definición, enfermedad (palabra que viene del latín y que significa «falto de firmeza») es un proceso que se desarrolla en un ser vivo, caracterizado por una alteración de su estado normal de salud.
La enfermedad no respeta clase social, económica, raza o religión, Es todo aquello que origina una alteración o rompe la armonía en un individuo, ya sea a escala molecular, corporal, mental, emocional o espiritual.
Existen enfermedades agudas, crónicas, infecciosas, hereditarias, mentales, de órganos, terminales y degenerativas. La enfermedad ayuda a recordarnos la muerte, a pensar seriamente en Dios, y en nuestras almas y en el mundo venidero. Esta condición debería ayudar a suavizar los corazones y enseñarnos sabiduría.
Leemos en Isaías 53:4-5:
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.»