Las consecuencias de nuestro pecado son: físicas, emocionales, sociales y espirituales. En Génesis 3:1-6 encontramos el relato sencillo y claro de la tentación, donde leemos que el demonio sedujo a nuestros primeros padres y la consiguiente caída de éstos.
Al perder la semejanza con Dios, el hombre sufre una depravación total. Por el pecado original, y ya en el mismo acto del primer pecado, el hombre se comporta de modo egocéntrico y autosuficiente, buscándose así mismo en vez de a Dios. La tentación de la serpiente llevó a la caída de nuestros primeros padres.
Las consecuencias del pecado son físicas como lo demuestran las numerosas enfermedades que existen y la muerte que llega a todo ser humano.
También son emocionales por lo que encontramos enfermedades emocionales, temores, etc. por el extrañamiento de sí mismo.
Las consecuencias son sociales, los vemos en las dificultades en las relaciones humanas, enfrentamientos, desconfianza, peleas, soledad, etc.
Dios invita a Adán que reflexione sobre lo que acaba de hacer, se arrepienta de su pecado y lo confiese directamente a su Hacedor. Pero Adán no se acusa, sino que sale con excusas. Descarga toda la culpa de lo sucedido sobre el único prójimo que tiene a su lado, precisamente su mujer
«La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí» (Génesis 3:12).
Era como si insinuara: «yo no tengo la culpa, sino ella».
Y finalmente, también hay consecuencias espirituales en un extrañamiento total con Dios
«…cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados… estando nosotros muertos en pecados,…»
(Efesios 2:1, 5).
La sentencia de Dios
Una consecuencia del pecado es la sentencia de Dios, impuesta a Adán y comienza con una maldición, no a él, sino a la tierra, la cual se le volverá hosca e inhóspita; de modo que lo que hubiese sido una ocupación agradable y amena, de no haber entrado el pecado en el mundo, requerirá ahora un esfuerzo trabajoso que provocará el cansancio y la fatiga (Génesis 3:16-19).
Sin embargo, el trabajo no dejará por eso de ser una fuente de bendición, a fin de que el ser humano siga ejerciendo su poder creativo para la investigación y el progreso, y no solo para ser su sustento y el de su familia (Eclesiastés 3:9-13)
«Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.»
(Génesis 2:15)