Todos tenemos alguna idea de qué es ser humilde. Ser humilde no es lo mismo que ser humillado (ni dejar que nos humillen). Ser humilde no es hacer algo y dejar que otro se lleve el reconocimiento.
«Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno». (Romanos 12:3).
Ser humilde significa pensar de mí mismo con moderación y ser realista con la percepción de uno mismo. Implica reconocer tus fortalezas, pero tus debilidades también; conocer tus talentos, pero también tus limitaciones. Todo lo que esté por encima o por debajo de esta percepción objetiva de ti mismo es orgullo.