El Hijo nos ha rociado con su sangre como vemos en 1ª Pedro 1:2. También ha hecho un sacrificio según Hebreos 9:12-14
«y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención… ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?».
Podríamos decir que aunque cada persona de la Trinidad participa activamente en el plan de salvación, el Hijo tiene la parte más «visible».